La complejidad de la República Democrática del Congo
(RDC) reside en diferentes aspectos que hacen muy difícil su desarrollo social
y económico. La RDC es un país inmenso, en extensión ocupa el mismo espacio que
todo el oeste de Europa lo que hace muy difícil que el Gobierno pueda controlar
desde Kinshasa lo que ocurre en el norte, en el este o en el sur del país. El
país hace frontera con República del Congo al oeste, República Centroafricana y
Sudán del Sur al norte, Uganda, Ruanda, Burundi y Tanzania al este, Zambia y
Angola al sur.
La realidad es que las fronteras en África se trazaron en
Europa sin tener en cuenta que esa división separó poblaciones y generó
conflictos que todavía hoy siguen sin resolverse.
La complejidad de la RDC no solo reside en el este, donde
diferentes grupos armados luchan por hacerse con el control de los recursos
naturales. Corrupción, falta de infraestructuras e incluso la creencia en
poderes sobrenaturales convierte la realidad congoleña en un entramado de
dificultades y obstáculos para el desarrollo del país.
Para entender cómo la corrupción sigue siendo uno de los
puntos negros que impiden el desarrollo del país basta con hacer un pequeño
viaje a la provincia de Bandundu, al este de Kinshasa. La capital se conecta
con Bandundu a través de una carretera en más o menos buen estado y desde la
que se puede admirar el paisaje africano. La frontera entre las dos provincias
la separa una barrera, que es levantada por un policía manualmente previo pago
de un peaje, mientras su compañero, sentado a la sombra con su AK-47 en el
hombro y las Rayban observa el proceso. Se supone que el dinero del peaje va a
parar a las arcas del Estado aunque es muy difícil asegurarlo.
Después de haber pasado esta primera barrera se encuentra
lo que parece un control aduanero dónde estás obligado a pararte. Hay varios
oficiales de Policía aunque la persona que se dirige a nosotros va de paisano.
Releen nuestra autorización hasta cinco veces pero no encuentra ninguna
irregularidad así que la conversación cambia a las pésimas condiciones en las
que se encuentran. Al final acordamos que 3000 Francos Congoleños es lo más
justo para todos y nos dejan pasar. Ver a un blanco en Kinshasa hace que los
precios aumenten, verlo en lugares como Bandundu provoca curiosidad y aumenta
la dificultad de superar estos rutinarios procesos, mucho más simples para los
congoleños.
El objetivo de la visita a Bandundu es conocer el sistema
judicial en Provincias, las dificultades que enfrenta y cómo se puede ayudar a
mejorarlo para que todos los ciudadanos congoleños puedan tener acceso a un
proceso judicial justo.
La construcción del Estado en la RDC enfrenta múltiples
frentes y enormes desafíos. La justicia es uno de ellos, no por falta de ganas
sino por la complejidad de aplicar la ley ante casos inverosímiles. Durante una
de las entrevistas, uno de los jueces nos comenta su incapacidad ante un caso
en particular. En Kenge, una localidad a unos 300 kilómetros de Kinshasa hay
cinco personas acusadas de tener los poderes de crear un rayo que ha matado a
otras personas. El juez asegura que la ley no contempla este tipo de
situaciones donde alguien acude al juzgado a denunciar a otra persona por haber
matado a otra a través de un rayo. Su decisión fue dejar en manos del Chief de
la localidad, que es la máxima autoridad, la decisión de acusarlos o no. El
desenlace no se sabe todavía porque el proceso de acusación sigue abierto.
El problema no reside en la incapacidad del juez para
afrontar la situación, el problema se encuentra en que hasta el propio juez
tiene las mismas creencias y supersticiones que el resto de la ciudadanía lo
que convierte en muy difícil el desarrollo y la aplicación de un proceso
judicial justo.
Es en Kenge donde tenemos acceso a la prisión local. Es
aquí donde la dignidad humana ha sido pisoteada hasta hacerla desaparecer. La
cárcel fue construida para albergar 35 personas, en la actualidad hay 74.
Mujeres, hombres e incluso niños comparten patio, duchas y retrete. Las
condiciones nefastas de todo esto convierten a los presos no solo en víctimas
de su propio delito, además son considerados un despojo del que el Estado
congoleño no se hace cargo.
Las 6 mujeres de la prisión comparten celda, una
habitación sin apenas ventilación con cartones en el suelo que hacen de cama y
mosquiteros roídos donde las presas cuelgan la ropa. La cárcel dispone de dos
retretes, dos agujeros en el suelo en medio del patio que desprende un olor
insoportable, es un pequeño cuarto sin puerta donde los 74 reclusos tienen que
hacer sus necesidades. El resto de los reclusos se reparten en tres celdas, más
de veinte en cada una.
El director de la prisión afirma que lleva 7 años sin
cobrar, a la pregunta de por qué sigue yendo a trabajar responde que en caso de
que deje de hacerlo será perseguido por las autoridades. El Estado no
suministra ningún servicio a la prisión, ni siquiera comida. La malnutrición es
visible en algunos presos. Su único medio de subsistencia es la caridad de los
vecinos y de los propios funcionarios.
Aunque el director de la prisión afirma que no hay ningún
menor en la prisión, la realidad es muy distinta dentro. Uno de los presos
comenta que lleva un año ahí dentro y que acaba de cumplir 18. Una niña que no
debe superar los dos años descansa en los brazos de su madre cumpliendo una
condena por un delito que no ha cometido.
La RDC tiene un largo camino por recorrer. Como bien
afirma uno de los jueces entrevistados “el sistema arrastra un constipado
severo”.
La cocina en la que los presos tienen que prepararse la comida. Kenge. RDC. |
74 reclusos comparten tres duchas. Kenge. RDC. |
Durante el día, los reclusos pasan las horas en el patio de la prisión. Kenge. RDC. |
Uno de los presos explica la condena que ha recibido de la que ya lleva cumplidos un año. Kenge. RDC. |
Llevaba una gorra, se la quitó, se colocó el pelo y sonrió. Kenge. RDC |
Preguntaron si podían hacerse la foto juntos. Comentaron que eran muy amigos. Kenge. RDC. |
En la RDC a los policías les encanta usar las gafas de aviador. Es como si formara parte del uniforme. Un funcionario de la prisión accede a ser retratado. Kenge. RDC. |
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