jueves, 23 de julio de 2015

Kenge o como el ser humano es despojado de toda dignidad

Uno de los reclusos en la prisión de Kenge. El hecho de que alguien les prestara atención les hizo sentir que eran tratados como seres humanos de nuevo. Todos esperaban impacientes a ser retratados y ver su aspecto en la pantalla de la cámara. 

La complejidad de la República Democrática del Congo (RDC) reside en diferentes aspectos que hacen muy difícil su desarrollo social y económico. La RDC es un país inmenso, en extensión ocupa el mismo espacio que todo el oeste de Europa lo que hace muy difícil que el Gobierno pueda controlar desde Kinshasa lo que ocurre en el norte, en el este o en el sur del país. El país hace frontera con República del Congo al oeste, República Centroafricana y Sudán del Sur al norte, Uganda, Ruanda, Burundi y Tanzania al este, Zambia y Angola al sur.
La realidad es que las fronteras en África se trazaron en Europa sin tener en cuenta que esa división separó poblaciones y generó conflictos que todavía hoy siguen sin resolverse.

La complejidad de la RDC no solo reside en el este, donde diferentes grupos armados luchan por hacerse con el control de los recursos naturales. Corrupción, falta de infraestructuras e incluso la creencia en poderes sobrenaturales convierte la realidad congoleña en un entramado de dificultades y obstáculos para el desarrollo del país.

Para entender cómo la corrupción sigue siendo uno de los puntos negros que impiden el desarrollo del país basta con hacer un pequeño viaje a la provincia de Bandundu, al este de Kinshasa. La capital se conecta con Bandundu a través de una carretera en más o menos buen estado y desde la que se puede admirar el paisaje africano. La frontera entre las dos provincias la separa una barrera, que es levantada por un policía manualmente previo pago de un peaje, mientras su compañero, sentado a la sombra con su AK-47 en el hombro y las Rayban observa el proceso. Se supone que el dinero del peaje va a parar a las arcas del Estado aunque es muy difícil asegurarlo.
Después de haber pasado esta primera barrera se encuentra lo que parece un control aduanero dónde estás obligado a pararte. Hay varios oficiales de Policía aunque la persona que se dirige a nosotros va de paisano. Releen nuestra autorización hasta cinco veces pero no encuentra ninguna irregularidad así que la conversación cambia a las pésimas condiciones en las que se encuentran. Al final acordamos que 3000 Francos Congoleños es lo más justo para todos y nos dejan pasar. Ver a un blanco en Kinshasa hace que los precios aumenten, verlo en lugares como Bandundu provoca curiosidad y aumenta la dificultad de superar estos rutinarios procesos, mucho más simples para los congoleños.

El objetivo de la visita a Bandundu es conocer el sistema judicial en Provincias, las dificultades que enfrenta y cómo se puede ayudar a mejorarlo para que todos los ciudadanos congoleños puedan tener acceso a un proceso judicial justo.
La construcción del Estado en la RDC enfrenta múltiples frentes y enormes desafíos. La justicia es uno de ellos, no por falta de ganas sino por la complejidad de aplicar la ley ante casos inverosímiles. Durante una de las entrevistas, uno de los jueces nos comenta su incapacidad ante un caso en particular. En Kenge, una localidad a unos 300 kilómetros de Kinshasa hay cinco personas acusadas de tener los poderes de crear un rayo que ha matado a otras personas. El juez asegura que la ley no contempla este tipo de situaciones donde alguien acude al juzgado a denunciar a otra persona por haber matado a otra a través de un rayo. Su decisión fue dejar en manos del Chief de la localidad, que es la máxima autoridad, la decisión de acusarlos o no. El desenlace no se sabe todavía porque el proceso de acusación sigue abierto.
El problema no reside en la incapacidad del juez para afrontar la situación, el problema se encuentra en que hasta el propio juez tiene las mismas creencias y supersticiones que el resto de la ciudadanía lo que convierte en muy difícil el desarrollo y la aplicación de un proceso judicial justo.

Es en Kenge donde tenemos acceso a la prisión local. Es aquí donde la dignidad humana ha sido pisoteada hasta hacerla desaparecer. La cárcel fue construida para albergar 35 personas, en la actualidad hay 74. Mujeres, hombres e incluso niños comparten patio, duchas y retrete. Las condiciones nefastas de todo esto convierten a los presos no solo en víctimas de su propio delito, además son considerados un despojo del que el Estado congoleño no se hace cargo.
Las 6 mujeres de la prisión comparten celda, una habitación sin apenas ventilación con cartones en el suelo que hacen de cama y mosquiteros roídos donde las presas cuelgan la ropa. La cárcel dispone de dos retretes, dos agujeros en el suelo en medio del patio que desprende un olor insoportable, es un pequeño cuarto sin puerta donde los 74 reclusos tienen que hacer sus necesidades. El resto de los reclusos se reparten en tres celdas, más de veinte en cada una.
El director de la prisión afirma que lleva 7 años sin cobrar, a la pregunta de por qué sigue yendo a trabajar responde que en caso de que deje de hacerlo será perseguido por las autoridades. El Estado no suministra ningún servicio a la prisión, ni siquiera comida. La malnutrición es visible en algunos presos. Su único medio de subsistencia es la caridad de los vecinos y de los propios funcionarios.
Aunque el director de la prisión afirma que no hay ningún menor en la prisión, la realidad es muy distinta dentro. Uno de los presos comenta que lleva un año ahí dentro y que acaba de cumplir 18. Una niña que no debe superar los dos años descansa en los brazos de su madre cumpliendo una condena por un delito que no ha cometido.


La RDC tiene un largo camino por recorrer. Como bien afirma uno de los jueces entrevistados “el sistema arrastra un constipado severo”. 

La cocina en la que los presos tienen que prepararse la comida. Kenge. RDC.

74 reclusos comparten tres duchas. Kenge. RDC.

Durante el día, los reclusos pasan las horas en el patio de la prisión. Kenge. RDC. 

Uno de los presos explica la condena que ha recibido de la que ya lleva cumplidos un año. Kenge. RDC.


Llevaba una gorra, se la quitó, se colocó el pelo y sonrió. Kenge. RDC

Preguntaron si podían hacerse la foto juntos. Comentaron que eran muy amigos. Kenge. RDC.

En la RDC a los policías les encanta usar las gafas de aviador. Es como si formara parte del uniforme. Un funcionario de la prisión accede a ser retratado. Kenge. RDC.

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