viernes, 15 de julio de 2011

De lastres y evolución



Viendo esta fotografía, en la que Obama dirige su mano a estrechar la mano ortopédica de un soldado que acaba de condecorar, se pueden apreciar varios aspectos que hacen que la instantánea cobre la fuerza que parece haber perdido ese brazo, al ser sustituida su mano original por esa mano gris.
Como en todos los eventos en los que participa Estados Unidos, hay una pieza clave que nunca falta. Su bandera los acompaña allá donde van. De todos los países de la Tierra nadie luce tan orgulloso este elemento representativo.

Dejando a un lado los detalles superfluos para algunos, para los norteamericanos está claro que no, en la imagen hay aspectos que no se ven, pero que están ahí.
La foto es la unión entre la evolución y los lastres que aún nos pesan.

Evolución porque esa mano negra es la del Presidente de Estados Unidos, he aquí un gran paso hacia adelante en la historia. El color de la piel va dejando de ser un problema. Ser el primero, generalmente es bueno, ser el primero en este aspecto abre un camino que hasta ahora parecía vedado y solo era posible acceder a él a través de la ficción hollywoodiense. Queda mucho camino por recorrer, pero este pequeño paso posibilita una apertura que hasta el momento de su elección parecía imposible.

La referencia a esos lastres con los que cargamos pesadamente consiste en el mero hecho de la condecoración. Es evidente que las guerras siguen vigentes en la actualidad, no hace falta aclarar todos los puntos del planeta donde la palabra guerra se encuentra muy presente. Es un lastre porque aunque la imagen desprende emotividad y heroicismo, a parte de amor a la patria, detrás de ella esconde una nube de muerte y destrucción. Esa imagen refleja la pulcritud militar con la que el soldado recibe su galardón pero detrás hay bombardeos, ciudades arrasadas, gente inocente que pierde su vida por el simple hecho de estar allí.

No se trata de ver el lado oscuro, se trata de analizar si en realidad merece la pena tal destrucción.

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