domingo, 10 de abril de 2011

Estudiante

Al entrar en el edificio su cara se retorcía a modo de repulsa. Aquello no olía muy bien, literalmente. Cada vez que el aire corría a más de un kilómetro por hora removía el intenso olor a alcantarilla que había en el lugar. Había tres plantas en el inmueble y debía llegar hasta la tercera. En la primera no había ninguna vivienda, aunque al entrar se divisaban tres puertas, dos estaban destinadas a guardar los contadores de la luz y el agua. La tercera puerta supuso que era donde la señora de la limpieza guardaba a buen recaudo sus instrumentos, pensó para sí que la fregona debía llevar sin salir de aquel cuartucho dos años al menos, pues el suelo se veía bastante sucio.

El piso del recibidor era como el de un tablero de ajedrez, con baldosas blancas y negras. Con tan solo tres pasos se llegaba al primer peldaño de la escalera. La escalera era circular, de mármol, deslucido por la suciedad, pero de mármol. En aquel estado lo más conveniente era pegarse lo más al borde exterior posible, pues el espacio del escalón disminuía a medida que se acercaba al eje central de la escalera.

Subió y alcanzó la segunda planta, no sin un gran esfuerzo. Oyó ruido tras una de las puertas. Doña Ramona la pobre se aburre, pensó. Aquella señora enjuta, de cabello gris, con gafas de culo de vaso y bastón, no se perdía una. Hizo colocar la mirilla de la puerta a la altura de su ojo, lo que hacía que su ventana al mundo estuviera en mitad de la puerta. Eso sí, pagaba a un joven que mantenía el rellano rebosante de vitalidad. Aquello era como un jardín botánico pero en miniatura. Al llegar allí el olor a alcantarilla desparecía sustituido por un olor a jazmín que era una delicia cuando subías de noche.

Tras pasar el amazonas de Doña Ramona, quedaba el último tramo. Había deseado aquello desde hacía muchas horas. Aquel rectángulo de noventa por uno ochenta aguardaba horizontalmente su llegada. Ni siquiera se desvistió.

2 comentarios:

  1. Eso es lo que me pasa a mi cuando llega el viernes por la noche... pero, mi bloque no huele a jazmín, y con suerte, tampoco a alcantarilla.

    Ana

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