viernes, 12 de febrero de 2010

El escritor de la intertextualidad. Entrevista a Enrique Vila-Matas


Escritores como Enrique Vila-Matas (Barcelona, 31 de marzo de 1948) engrandecen la literatura, convierten el arte de escribir en algo sublime, algo comparable a una sensación muy placentera, pues cuando te introduces en una de sus novelas, ensayos o artículos ves que hace fácil algo que es realmente complicado y que no es otra cosa que escribir.
Este catalán que estudió Derecho y periodismo se autoexilió en París en busca de una mayor libertad para sus creaciones literarias. En París, la escritora Marguerita Duras le alquiló una buhardilla donde se germinó su segunda novela, antes, mientras cumplía con la obligación de realizar el servicio militar obligatorio en el norte de África, escribía su primera novela por las tardes, en la trastienda de un colmado del regimiento de artillería, la cual no la ideó para publicarla, pero Beatriz Moura, lo convenció de que lo hiciera.
Desde entonces hasta hoy Enrique Vila-Matas es autor de 26 libros, entre novelas, ensayos y autobiografías que mezclan realidad y ficción en una combinación magistral.
Cuando dice que en español dice mentiras mientras que en catalán solo puede decir la verdad, refleja su interés por esa combinación de realidad, ficción y experiencias personales, pues toda su obra está escrita en lengua española.
Enrique Vila-Matas, amante de las citas, hace de la intertextualidad una seña de identidad, una manera de unir su literatura a la de esos autores que por una razón u otra han pasado a la memoria colectiva, Kafka, Wilde, Truman Capote y así podríamos estar hasta el final de estas líneas, son escritores que Vila-Matas hace suyos en un sinfín de ocasiones, los funde en un conjunto que forman un todo en el que une estilos, épocas y formas de pensamiento de una manera pulcra y elegante.
La ironía, la Real Academia la define en una de sus acepciones, como burla fina y refinada, Vila-Matas hace de esta figura retórica un elemento indispensable en sus obras, todas ellas están plagadas de este humor exquisito y selecto, de esta manera de decir sin decir nada, esta forma de despertarte cuando crees que una novela te está aburriendo, arrancándote una sonrisa ante algo que a simple vista parece inerte, pero que en realidad tiene mucha vida, el libro, ese gran almacén de historias y vidas, que te transporta a lugares lejanos sin moverte de tu casa.

Pregunta: Usted menciona una gran cantidad de viajes, ciudades que ha visitado y hoteles, sobre todo, hoteles, pero siempre lleva Barcelona consigo, es cierto que muchas veces quiere huir de ella, pero en el fondo da la sensación que usted la adora. ¿Quiere pasar a la posteridad como muchos escritores que al final se acaban asociando a una ciudad, o en realidad, siente tanto amor por Barcelona?
Respuesta: No me preocupa la posteridad. Y en cuanto a Barcelona, insistir en que está horrible desde la invasión turística y la tontería cada vez mayor de la gente. Ahora bien, es mi ciudad, y seguiré en ella. He descubierto que el mejor modo de escapar de ella es quedarse en ella.
P: Como observador de vidas ajenas, y por la forma que tiene de caracterizar y encuadrar al protagonista de Extraña forma de vida, ¿se siente usted un espía de existencias o simplemente un mero observador?
R: Espionaje y literatura están muy conectados. En Exploradores del abismo hay un cuento (sobre el autobús de la línea 24 de Barcelona) en el que vuelvo sobre el tema. Escucho distraídamente conversaciones y todas acaban pareciéndome carne de cañón, quiero decir carne de cuento. Se oyen muchas cosas raras por ahí.
P: En referencia a una crónica de: Desde la ciudad nerviosa, en la que afirma que muchas veces las vidas de los escritores son similares a las de las amas de casa. ¿Su actual vida, la que lleva ahora mismo, es de ama de casa?
R: No hay que leer mi declaración de una forma literal. Aquello fue una broma. Llevo vida de escritor. Pero sí es cierto que paso muchas horas en casa. Muy a menudo mi horario es el de un ama de casa. Pero no veo nunca los programas de televisión de la prensa rosa.
P: Es muy gratificante leer algo de usted, porque siempre acabas obteniendo referencias de una cantidad ingente de autores y títulos. ¿Parece obvio que sí, pero ve en la intertextualidad el elemento o una pieza clave de su literatura?
R: Lo explico detalladamente en un artículo que he publicado en mi web. Utilizo las citas al modo de una sintaxis personal. (www.enriquevilamatas.com/textmonterrey.html)
P: Voy a hacer una afirmación que a lo mejor es muy arriesgada, pero la voy a dar por hecho y es que le gusta el fútbol. Leyendo sus últimos artículos de EL PAÍS como: La Liga siempre llama tres veces, Felicidad o tragedia o el árbitro que expulsó a Zidane, demuestra que le gusta el fútbol o por lo menos lo sigue con regularidad. ¿Cuándo alguien le pregunta, se avergüenza usted de decir que sí, me gusta el fútbol?
R: Al fútbol voy desde niño. Siempre me ha divertido. Me sirve para escapar de otras cuestiones más trascendentales. Me gusta escribir sobre fútbol, me siento orgulloso de hacerlo. Se lo cuento a todos los que no saben que me dedico a esto. De algún modo, me normaliza, me enrarece menos ante la gente. Lo que sí he de añadir es que escribir sobre fútbol es mucho más difícil de lo que a primera vista parece.
P: Hay muchos extranjeros que comentan que el español se “inventa” las palabras. Me explico, hay muchas palabras que la lengua española adapta a su vocabulario como puede ser la propia palabra fútbol, bulevar, etc. ¿Es bueno que el español adapte todas las palabras que se apropia de otras lenguas?
R: No tengo opinión sobre esto. En todo caso, creo en la libertad de inventarse lo que uno quiera.
P: En una misma tarde hay muchas cosas que se pueden hacer, por ejemplo, podemos empezar leyendo a Kafka o el Ulises de Joyce, seguir con la dosis diaria del periódico del día y terminar viendo en el cine una superproducción americana. Bueno sé que usted se vio obligado a dejar de ir al cine por una serie de circunstancias que es inútil mencionarlas porque ambos sabemos a qué me refiero, aunque espero que ya haya retomado el hábito. Todo lo anterior, ¿es compatible?
R: Como dice Vilém Vok: La vida es corta, pero el día es largo.
P: Con respecto a su infancia, ¿fue feliz?
R: Fui inocente y casi muy feliz. Por suerte no lo fui del todo (feliz), de modo que no siento nostalgia de esa época y no querría volver a ella. Quizás por eso no escribo demasiado sobre ella. Era tan “casi muy feliz” que no me ocurrió nada especialmente reseñable: una época sin traumas. En Dublinesca, mi nueva novela, reflexiono en torno a la pérdida prematura del genius que nos acompaña en la infancia. Parece que últimamente está reapareciendo. Y es que dejé atrás un cierto infierno por el que atravesé al final de mi juventud.
P: ¿Alguna vez pensó en dejarlo todo por una mujer?
R: No me he encontrado en esa situación. Es malo, por otra parte, jugárselo todo a una sola carta.
P: ¿Se siente satisfecho cuando cree que ha terminado de escribir algo?
R:Sí, mucho. Como si hubiera cumplido con un deber. Sobre todo si lo que he terminado me gusta, lo que significa que tardaré en volver al tema.
P: ¿Qué se siente al saber que alguien, en algún lugar del mundo, está leyendo algo que ha escrito mientras usted, por ejemplo, se prepara un café en su casa?
R: Si pudiera ver en mi casa en una pantalla a la gente que está leyéndome en ese momento, podría volverme loco, o bien me acostumbraría a la compañía de tantos extraños.
P: ¿Cree en los premios verdaderamente?
R: Dan alegrías a los sufridos escritores, es cierto, pero si estos son mínimamente lúcidos tienen que reconocer siempre que, alegrías aparte, al paisaje de la alta literatura los premios no le convienen porque son como sombras ridículas dentro de la grandeza verdadera. ¡Ay, los premios! Creo que el mejor modo de escapar de los premios es tenerlos todos.
P: Y por último, ¿le ha encontrado el sentido a la vida?
R: Es que no es obligatorio encontrárselo.

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