domingo, 1 de noviembre de 2009

Y llegó el final

Es curioso ver como tenerlo todo no es sinónimo de absoluta felicidad. Supongo que es una facultad del ser humano de complicarnos la existencia.
La tranquilidad provoca inquietud, produce una sensación contradictoria, pues el privilegio de poseer una parte de cada una de las cosas que se desean, debería contentarnos. Un ejemplo podría ser, y espero que no se considere materialista, que un adolescente, tuviera la suerte de sacarse la lotería. Está claro que este hecho le puede faciliar mucho la vida, sobre todo en esta época, pero le faltaría algo, la experiencia necesaría para determinar qué hacer con dicho premio.
Este chico o chica, pasaría por una serie de fases que enumero a continuación: 1º: sería muy feliz. El hecho de tener la vida resuelta produce esta sensación. 2º: se daría cuenta de que el dinero no lo es todo, pues hay muchas cosas que este no puede comprar. 3º: y esta es la fase más traumática de todas, ya que darse cuenta de la fase dos no es una sensación que se considere agradable.
Este es un burdo ejemplo, si tenemos en cuenta que a lo que me refiero no tiene nada que ver con el dinero, pero en los parámetro actuales, es la mejor manera de explicar algo.
Así es como se llega al final de las cosas, la experiencia o la falta de ella hacen que tus decisiones sean acertadas o no. El tenerlo todo, dependiendo del momento, puede ser muy bueno pero también puede ser bastante contraproducente. De la opción elegida dependen mucho tus pasos y esta es la magia de la que se caracteriza la vida.